LA EVOLUCIÓN DE LAS AVES, UNA CUESTIÓN DE PESO

Nada menos que 9.000 especies de aves pueblan el planeta. El antecesor común a todas ellas es el Archaeopteryx que apareció en el Jurásico hace 150 millones de años. Este fósil, encontrado en Baviera, presenta dientes, garras y cola de lagarto. Según los expertos, usaba las pocas plumas que tenía para planear. Desde entonces las aves no han dejado de evolucionar.

Lo que caracteriza a casi todas las aves es la capacidad de volar. Esta forma de locomoción es la que más energía consume. Dado que la pérdida de energía es inversamente proporcional al tamaño, las aves más pequeñas son las que más energía necesitan y por tanto las que más comen.

Las aves tienen un sistema respiratorio muy eficiente. Cuentan con unos órganos llamados “sacos aéreos” que les permiten mantener sus pequeños pulmones siempre llenos de aire extrayendo oxigeno de forma constante. En los mamíferos los pulmones se llenan y vacían de aire con los movimientos de inhalación y exhalación, mientras que en las aves el aire es inhalado a los sacos aéreos posteriores. De ahí pasa a los pulmones y después a los sacos aéreos anteriores desde donde es exhalado. De esta manera las aves mantienen el proceso de oxigenación de la sangre de forma continua. Esto les permite realizar el gran esfuerzo que supone el vuelo y también, en algunas especies como las grullas, alcanzar grandes alturas donde el aire en menos rico en oxigeno.

Esquema del aparato respiratorio de las aves

El peso máximo para que un ave sea capaz de alzar el vuelo es de unos 17 kg, este es el caso de algunos cisnes y de las avutardas. Las aves han aligerado su peso reduciendo y fusionado sus huesos, músculos y ligamentos. Donde no han podido disminuir el peso es en el esternón, la quilla y los músculos de vuelo. Los huesos son muy ligeros debido a la presencia de cavidades en su interior que se comunican con los sacos aéreos. Para seguir aligerando peso los dientes y la musculatura de la masticación se perdieron. Por ello, en las especies granívoras apareció la molleja para poder triturar. También prescinden de aparato urinario y reducen al mínimo el tamaño de las gónadas.

Para no tener que cargar con las crías en vuelo aparece el huevo. La hora de la puesta suele ser por las mañanas, de esta forma la hembra pasa el día aligerada de peso. La reproducción en las aves esta condicionada por las horas de luz y la temperatura. Lo que los expertos llaman fotoperiodo regula la producción hormonal, desarrollo gonadal y aparición de plumajes nupciales. En los trópicos sin estación seca las aves crían durante todo el año mientras que en latitudes mediterráneas la reproducción se inicia en marzo. La eclosión de los pollos debe coincidir con la máxima disponibilidad de alimento para sacar adelante la puesta. Por ejemplo, el mirlo, que se alimenta en gran medida de lombrices, pone los huevos a principios de primavera mientras que el halcón de Eleonor (Falco eleonorae) retrasa la puesta a mediados de verano para coincidir con la migración otoñal de pequeños pájaros hacia África.

Las aves más sensibles al frío como las insectívoras, que en invierno no tienen alimento, y las acuáticas, que ven congelado su hábitat, han solucionado este problema migrando cada año del área de cría al área de reposo (migración postnupcial) y viceversa (migración prenupcial).

Escribano hortelano (Emberiza hortulana) | Autor: Photo Nature · Creative Commons: Attribution 2.0 Generic

Como hemos visto, las aves son un auténtico portento de ingeniería. Todo su cuerpo esta adaptado para volar y realizar auténticas proezas como la del escribano hortelano (Emberiza hortulana), que recorre más de 8.000 km en su migración anual entre Europa y África con un cuerpecillo de tan sólo 25 gramos.

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