ENTREVISTA A IÑIGO JAVALOYES, AUTOR DE “YO, HELÍACA. LA ODISEA DE UN ÁGUILA IMPERIAL”

Hacía mucho tiempo que no llegaba una novela así a mis manos. Sin duda, una apuesta arriesgada, en formato de bolsillo en el que en no más de 190 hojas su autor cuenta la historia de una hembra de águila imperial. Los capítulos se van devorando de una sola sentada entrando en la historia de lleno. Como si llegásemos a tocar y sentir a los personajes de la misma. El dinamismo de la trama nos engancha desde el principio, gracias a la habilidad de su autor para incluirnos como espectadores de excepción. Llegamos a entrar en el reducto de bosque mediterráneo donde nace Helíaca, nuestra protagonista, siendo absorbidos por su mundo.

Todo ello desde el momento que nace en una torreta de la luz, en algún lugar del Monte de El Pardo, muy cerca de Madrid. Así la acompañamos sintiendo de primera mano como discurre su vida. Desvelando sus secretos, sus miedos y sus ansias. Todo un reto para cualquier persona interesada en la especie o que pretenda saber más solo por curiosidad. Estoy seguro que todos los lectores podrán conseguir disfrutarla sin distinguir si son expertos o no. Si necesitáis adquirirla lo mejor es pedirla en librerías o en amazon.es. Para desvelar sus secretos y vuestras dudas aquí tenéis en exclusiva una entrevista con su autor, Iñigo Javaloyes.

  • Pregunta: Decirte que he disfrutado mucho de la lectura de “Yo, Helíaca”. Pero, ¿Por qué decidiste poner este título?

  • Respuesta: En un principio planteé la historia como una narración en primera persona de Helíaca, la heroína de la novela, pero a medida que avanzaba me di cuenta de que hablar desde el “yo” no solo dificultaba la expresión literaria, sino que sacaba al lector de la ilusión de ser la propia águila. Así que pasé a la tercera persona con un poco de trepidación, sin saber muy bien cuál sería el efecto. Ya con el manuscrito terminado descubrí que a pesar del cambio de conjugación, la perspectiva permanecía intacta, que la experiencia seguía siendo la de un águila y no la de alguien que te cuenta la historia como algo ajeno. Y, por tanto, el libro podía seguir llamándose Yo, en primera persona, Helíaca.

  • P: Sin duda entre las novedades editoriales faltaba una novela como esta ¿Qué te llevó a escribirla?
  • R: Yo soy escritor, pero no soy novelista, o al menos no lo era antes de embarcarme en este libro. No lo escribí sólo porque me apetecía, sino porque es algo de lo que sabía, porque soy naturalista, porque fui cetrero y porque siempre he sentido una gran fascinación por la vida. Y porque quería hacer una aportación al conocimiento y a la verdad no científica de mis vivencias y observaciones de campo.

  • P: Si hay algo que llama poderosamente la atención de la novela es la forma en que se desarrolla ¿Cómo se te ocurrió escribirla como las propias vivencias de una imperial?

  • R: Ya he hablado muchas veces de la fascinación que me produce la lejanía de las águilas; de verlas allí a lo alto en regiones inalcanzables del cielo. Cuando uno ve un águila desde un hide o la atrae hacia sí con un potente teleobjetivo, no se experimenta ese anhelo que despierta la presencia remota del águila entrando y saliendo de una nube; esa cualidad de lejanía, de ser inalcanzable y libérrimo. Mi intención ha sido acercar al águila con el zoom de la imaginación para conservar sus atributos mágicos.

  • P: Todos los amantes de las aves en general y de las rapaces en particular hemos oído o visto el nido de la imperial que anidó en el Pardo, cerca de las vías del tren de cercanías… Solo puedo preguntarte ¿Ocurrió toda la historia de verdad?

  • R: ¡Qué delicia de pregunta! ¡Sí, claro! En mi mente era verdad, al menos. De niño me colaba en el Monte del Pardo. Una vez descubrí restos de un pollo de imperial debajo de ese nido que tantos conocemos. Al parecer, los padres tenían verdadera querencia por aquella atalaya de hierro, porque siguieron anidando allí años y años. Yo los veía desde el tren todos los días cuando bajaba a la facultad. A veces hacía el viaje sólo para contemplarlas durante los quince o veinte segundos que tardaba el tren en atravesar aquella mancha de monte. No imaginé entonces que aquella experiencia sería el germen de un libro.

    Águila imperial

  • P: Para nombrar a la gran mayoría de personajes usas sus nombres científicos o parte de ellos. Pero, ¿por qué algunas aves tienen nombres humanos?

  • R: No estoy seguro. Es posible que al principio de la narración intentara construir personajes más genéricos o representativos de su especie y que luego se me fueran manifestando no desde el conocimiento científico, por así llamarlo, sino desde la propia vivencia o, como en el caso de los ruiseñores del soto, Gabriel y Galán, para homenajear a un poeta del campo español.

  • P: En el libro sacas a la luz parte de los problemas actuales en las aves como el veneno y el furtivismo. ¿Crees que hay solución para que estas lacras acaben de hostigar a nuestra fauna?

  • R: Por supuesto. Creo que es solo cuestión de tiempo, pero no estoy seguro de que el sermón constante, la confrontación con el hombre del campo y cierto despotismo ecoilustrado, sean la mejor vía. Quizá haga falta más cariño y más cercanía.

  • P: Los párrafos en los que describes los inicios de vuelo de Helíaca y sus lances de caza tienen un realismo brutal. De tal forma que el lector llega a visualizarlas como si de fotogramas se tratasen. Dinos, ¿cómo consigues escribir estas escenas?

  • R: Hace años escribí una novelita para niños, Tortuga Número Cien, que se desarrollaba en el fondo del mar, es decir en un medio líquido. En Yo, Helíaca quise que ese otro fluido en el que vivimos, el aire, fuera tangible en todo momento, precisamente para que las descripciones que mencionas fueran verosímiles. Así que me apunté a un curso de ala delta y me estudié el manual para entender mejor el concepto del vuelo, la formación de las nubes, los flujos del aire y las corrientes térmicas, y también los peligros que encierra la atmósfera para esa forma tan rudimentaria de vuelo a vela.

  • P: Cuando uno lee el libro sorprende la originalidad y realismo de las onomatopeyas y frases que imitan los cantos y sonidos de las aves que aparecen. ¿Cómo y de dónde las sacaste?

  • R: Los pájaros, al cantar, hablan, tienen fraseos; y el lenguaje humano tiene musicalidad. No es tan difícil extraer palabras y hasta oraciones de esos fraseos, con un poco de imaginación y de sentido lírico. Lo realmente complicado fue incorporar esas oraciones onomatopéyicas al relato sin violentar la narración.

  • P: Resulta de gran utilidad para la lectura del libro el completo glosario que incluyes al final de la novela ¿Cómo surge esta idea?

  • R: Me convenció mi editor Julio Luengo y la verdad es que fue un placer escribir un glosario tan acientífico y decir, por ejemplo, que las collalbas “pertenecen a ese grupo de aves aún por clasificar que miran a las personas con ternura”.

  • P: Sin desvelar la trama y sin hacer spoiler, ¿quién es el “Gran Adalberti”?

  • R: El Gran Adalberti es un personaje psicológico que da sentido a la existencia de Helíaca, y que la acompaña permanentemente en su vida solitaria.

  • P: Sin duda me quedo con ganas de más. ¿Para cuándo tendremos otra novela de las mismas características?

  • R: No creo que vaya a escribir otro Yo, Helíaca, ni nada que se le parezca.

  • P: Leyendo la novela no solo sientes empatía por “Helíaca”, sino que llegas a ver el mundo como ella, a meterte en su cabeza. ¿Cómo consigues que sea así?

  • R: Escribir una novela implica, como tú dices, “meterse” en algo que te es ajeno y en el que solo vislumbras siluetas amorfas y, por tanto, en abandonar tu zona de confort existencial. Sin ese esfuerzo mental la novela no habría sido posible.

 

Ya para finalizar dar las gracias a Iñigo Javaloyes por su tiempo y dedicación en responder esta entrevista. Así como a Julio Luengo que además de editar la novela me facilitó la realización de la entrevista. Desde estas líneas quiero destacar el tesón y esfuerzo de ambos en sacar esta novela a la luz y ensalzar así al águila imperial. El resultado es una obra de la que cada cual podrá sacar sus propias conclusiones. Gracias por rescatar a este emblema del bosque mediterráneo y plasmar sus sentimientos, anhelos y problemas entre las hojas de tu libro. Solo me queda deciros que si tenéis oportunidad os animéis a su lectura. Sin duda, quedareis atrapados hasta la última página. Gracias por todo Iñigo.

 

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