LA PALOMA BRAVÍA: VERDADES Y MITOS

Paloma bravía (Columba livia)

Paloma bravía (Columba livia)

La paloma bravía apareció sobre la Tierra hace 25 millones de años y, desde que fue domesticada por los egipcios, no ha dejado de estar con nosotros. Cambió los acantilados rocosos por los aleros de nuestros tejados y su alimentación granívora por las migas de pan que les damos, uniéndose en estrecha relación con los humanos. Prueba de ello es la siempre creciente afición a la columbicultura.

Pero varias polémicas la han puesto en entredicho en los últimos años. Su número crece y crece sin control en las ciudades. Esto es debido a la falta de depredadores reales en el biotopo del asfalto. Ya que solo las ratas y grajillas consumen sus huevos. Hay que tener en cuenta que cada hembra de paloma hace 6 nidadas al año y que de cada una nacen unos 12 pichones. Lo que supone la friolera de 72 nuevas palomas por cada hembra que vemos posarse en nuestra ventana.

El punto en el que la paloma bravía pierde nuestra simpatía es el de las pérdidas que supone arreglar los destrozos que causan sus deyecciones corrosivas en edificios que además suelen tener un alto valor histórico o cultural. Son estos los que están llenos de las oquedades que estas necesitan para hacer sus nidadas.

Por otra parte, siempre se ha hablado de la cantidad de enfermedades que son capaces de transmitir hasta el punto de recibir el apodo de “ratas con alas”. En su favor diremos que a los humanos solo serían capaces de transmitirnos la psitacosis. Enfermedad rara que se produce por una bacteria que aparece en las heces del animal infectado y que tiene buen pronóstico al administrar antibióticos. Sin embargo, se ha demostrado que las palomas son muy resistentes al virus H5N1 (el de la llamada “gripe aviar“).

Resaltando las virtudes de las palomas bravías diremos que estamos ante unas auténticas acróbatas del aíre ya que son muy precisas en el vuelo. De hecho se guían por rastros de olor, la posición del Sol y el campo magnético terrestre. Para volar llegan a procesar la información visual tres veces más rápido que los hombres. Tienen los ojos a los lados de la cabeza lo que les permite una visión de hasta 340º. Además, al andar mueven la cabeza hacia adelante en un movimiento rítmico ya que no pueden mover los ojos y de esta manera obtienen un enfoque perfecto. Todo esto les da la confianza suficiente para esperar hasta el último segundo para salir huyendo ante una situación de peligro.

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