VILLAFÁFILA, INVIERNO DE 2016

Con motivo del día mundial de Los Humedales nos acercamos a este espacio con ilusiones renovadas. A sabiendas de que las tan esperadas lluvias de este invierno atípico han aumentando de manera momentánea el volumen de estas lagunas salinas.

Al dejar la A-6 y entrar en terreno protegido nos encontramos ya con los cultivos adyacentes a la carretera salpicados de lagunajos y lavajos. Todo esto antecede la gran diversidad de especies que más adelante pudimos descubrir en nuestra visita.

La idea inicial era disfrutar de los vuelos de los ánsares comunes que por estas fechas inician su migración hacia los cuarteles de los países nórdicos. Así como la llegada de cigüeñas blancas y el inicio de su vuelo nupcial.

Resolvemos sin avistamientos de interés el tramo de Tapioles a la Laguna de Barillos. A ambos lados de la carretera la vista se deleita con los primeros brotes verdes casi fluorescentes que surgen de la tierra tras las primeras lluvias importantes del año.

Arribamos a la Laguna de Barillos con el aire helado refrescando nuestras caras. Realmente impresiona el cambio que había producido el agua en esta laguna desde que vinimos en otoño. El volumen del líquido elemento había desperdigado las aglomeraciones habituales de aves.

Un inconfundible macho de pato cuchara la vadeaba en contra del viento no sin dificultad. Mientras en el lado contrario dos machos de tarro blanco lo miraban mientras aguantaban como podían el viento racheado desde la orilla.

Tarros blancos en el centro de interpretación de Villafáfila

Tarros blancos en el centro de interpretación de Villafáfila, invierno de 2016

Volviendo a la carretera el sol comenzaba a ofrecer su máximo esplendor mitigando el frío que producía el aire que al llegar al centro de interpretación nos dio una tregua inusualmente larga. Antes de entrar en el parking del Centro de Interpretación nos sorprendieron dos milanos reales en vuelo que desaparecieron tras uno de los numerosos palomares que salpican estas tierras. Su vuelo rasante les llevó hasta el otro lado de la carretera hasta llegar a tierra y difuminarse cerca de una cigüeña blanca que buscaba el sustento en los cultivos encharcados.

Silueta de Milano real sobre Villafáfila

Silueta del Milano0 real sobre Villafáfila

El personal del centro siempre amable nos ofreció las posibilidades de avistamientos a nuestro alcance en estos momentos en las lagunas y observatorios adyacentes. En los primeros observatorios del centro pudimos disfrutar de los tranquilos ánades reales y de las zambullidas de las nerviosas fochas que no paraban de sumergirse en busca de alimento. Realmente impresionante el número de estos rálidos que en ocasiones se apelotonaban en las orillas esperando su turno para zambullirse. No obstante la creación de las lagunas artificiales del Centro de Interpretación les ha favorecido. Ofreciéndoles el sustento y refugio que precisan.

Focha común

Focha común

El espectáculo estuvo servido cuando varios bandos de ánsares comunes arribaban y salían de las lagunas. Se les veía intranquilos. Poniendo los músculos de las enormes alas a punto para en breve iniciar el viaje de vuelta hacia las tierras que les vieron nacer. Su vuelo potente les hacia elevarse en el aire sin dificultad tomando impulso de tal manera que las alas en cada batida producen un sonido característico que llega a estremecer al observador.

Ánsares comunes en vuelo

Ánsares comunes en vuelo

En un estudio reciente realizado por Mariano Rodríguez, director de la Reserva de las Lagunas de Villafáfila, se constata la disminución del número de ejemplares que llegan debido sobre todo al cambio climático. Parece ser que “las patas” como las conocen los lugareños zamoranos ya no arriban hasta estas tierras en las cantidades que lo hacían antaño. Siendo hoy en día Holanda el lugar clave para la invernada. Este país ha pasado de tener una pequeña población invernante a los más de 400.000 ánsares que lo han elegido este invierno. De seguir la tendencia actual, el espectáculo que supone la llegada y partida de estas aves a la Reserva puede acabar convirtiéndose en algo testimonial.

En otro de los observatorios entre las numerosas fochas destacaban dos machos de porrón moñudo. Sin duda un regalo este avistamiento. Ya que estos aparecen de manera ocasional en la Reserva. Inconfundibles sin duda por las plumas que sobresalen de su cabeza y le ponen el correspondiente apellido y por sus ojos amarillos que relucen contra su plumaje oscuro.

Porrones moñudos y fochas en la laguna del centro de interpretación de Villafáfila

Porrones moñudos y fochas en la laguna del centro de interpretación de Villafáfila

En el bien llamado observatorio de las avutardas pudimos deleitarnos con las idas y venidas de tres ejemplares de estos gigantes esteparios que no podían sacar partido a su plumaje críptico. El verdor de las retamas ofrecía el esplendor de sus cuerpos al descubierto. Realmente impresionante la pasividad con la que desfilaban delante de nuestras atentas miradas. No obstante en la Reserva es fácil de detectar y hemos podido corroborar en las múltiples visitas a este espacio el grado de aceptación al hombre en la misma. No nos cansamos de verlas.

Porrones moñudos y fochas en la laguna del centro de interpretación de Villafáfila

Dos hembras de avutarda en el centro de interpretación de Villafáfila

Tras salir del observatorio de las grandes esteparias nos pasaron en vuelo rasante dos ejemplares de la sempiterna cigüeña blanca. Estas aves resultan inmensas en vuelo. Sus lentos aleteos y su cuello estirado le dan un carácter singular al surcar el aire. Atrás quedan los años en que estas zancudas redujeron sus efectivos hasta límites preocupantes.

Subimos al último observatorio con forma de torreón. En un hueco del mismo mientras subimos nos sorprendió el improvisado cementerio de carteles anticuados que se acumulaban allí de otras épocas. Desde arriba pudimos disfrutar de nuevo del poderoso vuelo de un grupo de ánsares que atravesaron el cielo para arribar cerca de unos machos de porrón común y unos ánades reales.

Vuelo de los ánsares

Vuelo de los ánsares

Nos pusimos de nuevo en camino para llegar hasta el pueblo de Villafáfila. A la entrada del mismo nos sorprendió la fachada de una de las casas. Uno de los vecinos decidió que colocando piedras en la misma de forma adecuada podía homenajear a la reina de las esteparias en vuelo. Debajo de la obra aparece la palabra avutarda para que no quede duda alguna de que ave se trata.

Fachada de Avutarda

Fachada de Avutarda

Frente a la fachada un enorme palomar nos muestra las posibilidades de avistamientos que ofrecen estas construcciones de barro y paja a parte de las palomas domésticas. Pero esa será otra historia para contar en otra ocasión. Mientras en un prado cercano un par de cigüeñas arponeaban con sus picos la fina hierba en busca de batracios para ganarse el sustento.

Tras reponer fuerzas en uno de los mesones del pueblo lo atravesamos camino de Otero de Sariegos. Al pueblo abandonado se llega por una carretera que se encuentra plagada de antiguos postes de la luz reconvertidos en improvisados posaderos y cajas nido para rapaces.

Caja nido en Villafáfila

Caja nido en Villafáfila

Nos sorprende el grado de inundación de los cultivos de ambos lados de la carretera. A la entrada del pueblo en una de las charcas adyacentes una figura conocida marcaba la silueta negra que la caracteriza. Se trata del cormorán grande. Una suerte el verle ya que en el entorno de las lagunas solo aparece de forma ocasional en invierno.

Cormorán en Otero de Sariegos

Cormorán en Otero de Sariegos

Tras recorrer el camino de tierra que conduce a la Laguna de Salina Grande llegamos al observatorio dejando atrás el paisaje melancólico que ofrecen los palomares derruidos. Desde allí pudimos observar un grupo de patos cuchara que soportaban el baile que ofrecían las olas producidas por el aire que comenzó a aumentar. El vendaval fue en aumento y esto unido a la bajada de temperaturas que supuso la caída del sol nos puso rumbo hacia el camino de vuelta.

Pero el regreso nos deparaba alguna que otra sorpresa. Los campos de cultivo menos encharcados se encontraban plagados de avefrías que aguantaban el tipo mientras sus penachos de plumas se revolvían de un lado para otro. Según avanzábamos encontrábamos grupos más numerosos de estas aves. Hasta el punto que los cultivos aparecían completamente salpicados por estas aves. No obstante febrero es el mes de mayor abundancia de avefrías en este enclave. Además este es uno de los lugares más importantes de Europa para su nidificación.

Avefrías en Otero de Sariegos

Avefrías en Otero de Sariegos

Sin tiempo para más el sol agotaba sus últimos latidos mientras unos bandos lejanos de ánsares comunes arribaban a las lagunas de este enclave que no deja de sorprendernos. Esperamos poder seguir disfrutando de espectáculos de este tipo durante mucho tiempo. Deseando así mismo que enclaves de este tipo no dejen de ofrecernos su biodiversidad por culpa de los estragos que causa el cambio climático.

También te puede gustar...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *